INTRODUCCIÓN En las sociedades del Antiguo Régimen, la celebración de las fiestas popu-lares estaba regulada tradicionalmente por el calendario litúrgico de la Iglesia, celosa por controlar y gobernar el paso del tiempo, distinguiendo entre los momentos de trabajo y aquellos otros de descanso y diversión. No obstante, los símbolos y rituales de la monarquía fueron adquiriendo una función públi-ca más importante por la necesidad del soberano de manifestarse fuera de su corte y de definir nuevas formas de comunicación con su pueblo 1. Ya desde la época de la Italia renacentista, sin pretender retroceder demasiado en el tiempo, ciudades-estado como Florencia y Venecia se desarrollaron entre importantes celebraciones y ceremonias civiles. Las fiestas públicas mostraban la coherencia que existía entre la exhibición de los símbolos del poder y la representación de las jerarquías sociales. Si la legitimación de las monarquías se basaba en la emanación divina del poder, la consagración y la coronación del soberano cons-tituían los rituales más solemnes. A continuación, seguía el ingreso triunfal en la capital y las principales ciudades del país, es decir, el primer encuentro entre el rey y el pueblo. Las ceremonias fúnebres eran igualmente importantes con ocasión de la muerte y el entierro del soberano. En esta ocasión se realzaban los méritos de la realeza mediante la distinción de los dos cuerpos del rey, el físico y el místico, natural y mortal el primero, inmortal y político el segundo, encarnando el «cuerpo de la nación» 2 .
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Ridolfi, M. (2004). Las fiestas nacionales. Religiones de la patria y rituales políticos en la Europa liberal del «largo siglo XIX». Pasado y Memoria, (3), 135–153. https://doi.org/10.14198/pasado2004.3.08
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