La pandemia producida por el coronavirus COVID-19 ha conducido a los ciudadanos al aislamiento, o "distanciamiento social", con el fin de impedir su propagación. Varios de ellos probablemente son pacientes con dolor crónico y de seguro muchos tienen una edad avan-zada, un factor de riesgo añadido, como estamos viendo trágicamente cada día. Conocido es también que la presencia de dolor interfiere con las actividades de la vida diaria en el 14 % de la población, incrementándose hasta un 20 % en los mayores de 65 años, lo que no deja de ser importante en situaciones de aislamiento. A este respecto, la última encuesta de salud de la población española realizada por el Ministerio de Sanidad (1) arroja cifras que confirman la importancia del dolor. En efecto, se observa una prevalencia de artrosis en el 18 % de la población, cervicalgia en el 16 % y en dolor lumbar crónico un 19 %; adicionalmente, los procesos oncológicos afectan al 1,8 % de la población. Esta fuente oficial nos ofrece también otros datos de interés con relación al dolor: así, por ejemplo, se informa que el dolor está presente en las últimas cuatro semanas en el 45 % de la población, siendo de intensidad extrema o severa en el 9 %, llegando al 15 % en los mayores de 75 años, franja de edad más castigada en la pandemia por coronavirus en España. De estos datos se puede inferir que las necesidades de fármacos analgésicos son elevadas. En efecto, los informes de la Agencia española de Medicamentos indican que los analgésicos simples y los antinflamatorios representan las principales categorías de consumo de fármacos (2), y se estima que un 13 % de la población consume opioides (3). Algunos de estos fármacos han producido en estos días de pandemia una ola de infor-maciones sobre su uso, creando alertas entre los pacientes y los profesionales de la salud. Afortunadamente, estas cuestiones se han ido esclareciendo mediante informes y comu-nicados emitidos por diferentes agencias, tanto nacionales (AEMPS) como internacionales (OMS) (4,5). Desde la SED también hemos ido informando puntualmente (www.sedolor. es), difundiendo asimismo cuantas medidas de protección personal y comunitaria contra la infección se han ido publicando, siempre desde fuentes de garantía. Es de destacar también que, en redes sociales, no han sido pocos los pacientes con dolor crónico que han emitido mensajes informando del deterioro de su salud, tanto física como mental, como consecuencia del aislamiento o distanciamiento social. En definitiva, vemos que, durante la pandemia, y con seguridad también cuando volva-mos a la normalidad, los pacientes con dolor crónico presentan unas características que merecen y merecerán la atención de la salud pública española en todas sus vertientes. Diversos estudios, tanto clínicos como experimentales y sociales, han centrado su inte-rés desde hace tiempo en estas situaciones a las que están sometidos los pacientes con dolor crónico, señalando que la soledad, el distanciamiento social y la incertidumbre en la prestación de cuidados de salud, no son buenos para el pronóstico y curso de un proceso doloroso (6,7). El dolor como un factor estresante y sus dimensiones sensorial y emocional se relacionan muy estrechamente, y hay varios factores tanto psicológicos como sociales y neurobiológicos que condicionan este círculo tan difícil a veces de romper, a no ser que se haga mediante una aproximación terapéutica biopsicosocial (8). Cabe preguntarse cuáles serían los factores que hacen que una situación emocional anómala, como es el aislamiento o el distanciamiento social de larga duración, agrave un cuadro doloroso. También nos preguntamos si el estrés que ocasiona esta situación, la ansiedad e incluso la depresión que se genera contribuyen negativamente a cerrar este círculo vicioso, lo que sin duda ocurre (9). De hecho, los pacientes con dolor crónico que 72
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Micó Segura, J. A. (2020). Coronavirus Covid-19 y dolor crónico: incertidumbres. Revista de La Sociedad Española Del Dolor. https://doi.org/10.20986/resed.2020.3808/2020
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