Abstract
La pandemia de la enfermedad del coronavirus del 2019 (COVID-19) ha afectado profundamente la vida diaria en todo el mundo, con efectos en la salud física y mental de la población. El contexto actual es especialmente desfavorable para la población en riesgo o que se en-cuentra cursan-do un trastorno de la conducta alimen-taria (TCA), en especial la anorexia nerviosa (AN). Dos han sido los mecanismos principales que han intentado explicar el creciente riesgo en esta época de los TCA en adolescentes y niños. En primer lugar, la interrupción de las rutinas diarias y la limitación de las actividades al aire libre se ha asociado a un aumento en la preocupa-ción en relación al peso y la forma corporal lo que afec-ta negativamente los patrones de alimentación, ejercicio y sueño. En este sentido, las restricciones sociales que acompañan a la pandemia pueden privar a las personas de apoyo social y estrategias adaptativas, lo que eleva el riesgo y la aparición de síntomas de TCA al eliminar los factores protectores 1. El otro mecanismo es el temor al contagio, lo que puede aumentar los síntomas rela-cionados específicamente con problemas de salud o por la búsqueda de dietas restrictivas. Las elevadas tasas de estrés debido a la pandemia y al aislamiento social tam-bién contribuyen a aumentar el riesgo. Junto a todo lo anterior, es sabido que la preocupación de un individuo por su cuerpo o peso, así como los cambios en las con-ductas de alimentación o ejercicio, pueden preceder al cumplimiento de los criterios completos del diagnóstico de AN entre 6 a 12 meses, agravado además en los in-dividuos muy jóvenes, por la negación al impulso por la delgadez y el miedo a aumentar de peso, dificultando aún más la sospecha 2. Por todo esto, estos jóvenes cons-tituyen poblaciones vulnerables que requieren enfoques específicos para su manejo oportuno. Así, la pandemia puede precipitar el desarrollo de conductas de TCA en algunos, exacerbar la patología existente y hacer el diagnóstico más tardíamente en otros. La AN es una entidad prevalente. Se le considera la ter-cera enfermedad crónica en adolescentes (después de la obesidad y el asma bronquial) y alcanza una mortalidad de 6% a 12% por causas médicas y psiquiátricas (lo que a su vez constituye 6 a 12 veces más que la observada en mujeres jóvenes de la población general). Su aparición conlleva consecuencias orgánicas graves derivadas de
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Fernández, C., & Alburquenque, M. (2021). Anorexia Nerviosa y la pandemia por COVID-19: Un llamado de atención para los cardiólogos. Revista Chilena de Cardiología, 40(1), 82–83. https://doi.org/10.4067/s0718-85602021000100082
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