"La necesidad de mejorar estas relaciones [entre los ciudadanos y la Administración] se considera hoy en todos los países como una obligación inexcusable. Por esta causa, los gobiernos vienen acometiendo desde hace varios años actuaciones de reforma de sus Administraciones públicas, presididas por la idea de que la creencia clásica en unas relaciones descompensadas entre Administración y administrados debe dejar paso a una nueva concepción de carácter igualitario en la que la Administración no es sino un servicio y el público, su clientela." (OCDE, 1991:9) C on estas palabras se expone una de las ideas que más ha influido en la reestructuración de la Adminis-tración Pública moderna: la clientelización de las relaciones entre la Administración y sus administrados. A través de experimentos organizativos dispares y bajo la tutela intelectual de una abundante literatura, se ha impul-sado y asumido la bondad del proceso. Este amplio acuer-do, sin embargo, no ha llegado acompañado de argumen-tos coincidentes. Desde espacios ideológicos distintos se aplaude a aquellas organizaciones que se han mostrado más cercanas a sus consumidores, que satisfacen mejor las demandas de sus clientes, o que son capaces de identificar con más precisión las necesidades de su público. Pero en este aplauso generalizado cada observador destaca matices diferentes. Existe unanimidad en relación a la idea marco, pero su articulación específica es objeto de un debate que suele sorprender, precisamente, a los que la defienden con más entusiasmo. Y suele sorprenderles porque la defini-ción más rudimentaria de este enfoque destaca la objetivi-dad de sus planteamientos: una vez razonada la idoneidad de las propuestas, cualquier discusión está de más. Esta aureola de neutralidad y de inevitabilidad ha pro-vocado, como mínimo, dos dificultades. En primer lugar, se ha trasladado a un segundo plano la tarea de concep-tualizar teóricamente el propio enfoque, dejando sus tér-minos poco definidos y sus argumentos sumidos en cier-ta ambigüedad. En segundo lugar, se trata de un debate que ha nacido en el seno de las organizaciones y que se ha vanagloriado en todo momento de su apoliticidad. La Administración Pública, sin embargo, no sólo produce determinados bienes y servicios, sino que lo hace en defensa de unos valores colectivos y de unos plantea-mientos político-ideológicos específicos. Marginar estos elementos puede generar importantes lagunas, que sólo recientemente están empezando a ser abordadas. El objetivo de este artículo es precisamente dar res-puesta a las dos dificultades a las que acabamos de refe-rirnos. Por un lado, pretendemos resumir y ordenar las principales aportaciones al debate. Por otro lado, quere-mos nacerlo de forma crítica, es decir, señalando sus límites e introduciendo aquellos elementos valorativos O c a a 0) 3 O o 5" 3 O 0) GAPn
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Brugué, Q., Amorós, M., & Goma, R. (1994). La Administración Pública y sus clientes: ¿Moda organizativa u opción ideológica? Gestión y Análisis de Políticas Públicas, 33–46. https://doi.org/10.24965/gapp.v0i1.6
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