La identidad social no puede ser considerada más como una imagen fijada y estática que determina las representaciones individuales y/o colectivas. Se inserta, más bien, dentro de una dinámica de representaciones que está marcada por fases biográficas y sociales. Esta impresión social está en parte construida por la experiencia personal impresa en los recuerdos, y transfiere una realidad experiencial a la identidad. La acción participa en esta concretización y también la refuerza: es así que el carácter normativo de la acción parece reforzar su propia manifestación y, por lo tanto, su efecto. Esos efectos tienen un poder central en la dinámica de la identidad. La acción se ubica en el centro de la subjetividad, pues pone en relación las aspiraciones, las representaciones y también los valores y el sentimiento de capacidad: la acción favorece una relación estrecha entre los factores afectivos y cognitivos. Esos factores actúan en conjunto elaborando regulaciones dinámicas y organizando fases de identidad más o menos conflictivas. Se presentan los efectos de la acción sobre la subjetividad.
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Costalat-Founeau, A. M. (2007). Dinámica de la identidad, acción y contexto. Revista de Psicología, 25(1), 103–121. https://doi.org/10.18800/psico.200701.005
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