INTRODUCCIÓN Comprender un texto supone un proceso complejo que incide direc ta mente en el aprendizaje. En buena medida, los conoci mientos que adquirimos nos llegan a través de la lectura y la com pren sión de lo leído. Desde la primaria hasta el posgrado, se ne ce si ta com prender una variada gama de textos para apropiarse de diferentes conocimientos, y la importancia del hecho no sólo radica en el con tenido, sino en la cantidad, el estilo y hasta en los propósitos de cada lectura. Dada la complejidad de este proceso no resulta sorprendente que muchos niños atraviesen por serias dificultades para compren der lo que leen y muchos adultos mantengan, aún en estadios supe riores de educación, dichas dificultades (Peronard et al., 1998; Sánchez y García, 2006). Los datos revelan que, específicamente en el nivel superior, esta problemática es quizá una de las que más afecta el rendimiento de los estudiantes, así como la calidad de sus aprendizajes. Con el fin de buscar algunas soluciones, los psicólogos cogni ti vos han intentado definir cuáles son los procesos que interactúan para lograr una comprensión del texto (Kintsch y Van Dijk, 1973, 1984); para ello utilizan el concepto de proposición (De Vega, 1994). Cuan do leemos, activamos las proposiciones que guardan relación con la información de entrada, posibilitando que el lector vaya más allá del texto primario. Esto ocurre a partir de un modelo inicial mínimo que permite elaborar diversos niveles de representación mental del significado del texto: la microestructura y la macroestructura. Ahora bien, la construcción de la representación del significa do del texto no sucede de la misma manera en todos los sujetos, por lo que aparece la distinción entre buenos y malos lectores (Sánchez, Orrantia y Rosales, 1992). Los buenos lectores cons truyen una representación coherente y articulada del texto en su memoria, mientras que los malos lectores sólo construyen una repre sentación incoherente y desarticulada. Por otra parte, al pare cer, existe una relación entre el tipo de representación construida y las estrategias que utilizan los lectores para comprender el texto (Pearson et al., 1992; Sánchez, Orrantia y Rosales, 1998). Desde esta perspectiva, las dificultades pueden ser corregidas mediante la implementación de un programa que enseñe estrate gias para mejorar la comprensión de textos. Específicamente en los niveles superiores de educación existen pocos programas de este tipo (Luque et al., 1999; Casar, 1998; Trujillo, 1999). Varios de los estudios consultados se centran en describir cuáles son las estrategias cognitivas y metacognitivas que usan los estudiantes para comprender textos (Maturano, Soliveres y Macías, 2002; Carranza et al., 2004). Otros demuestran que un gran número de ellos no cuenta con las habilidades necesarias para comprenderlos (Sánchez y García, 2006; Peronard, 2001; Peronard, Crespo y Velásquez, 2000; OECD, 2000; Peronard et al., 1998); mientras que algunos más hacen hincapié en la importancia que tiene el contexto para la comprensión (Rojas y Yárnoz, 1992, s/f). A modo de resumen podemos afirmar que la problemática de la comprensión de textos es probablemente una de las que más afecta el rendimiento de los estudiantes, y por tanto sus apren dizajes; las dificultades surgidas en la comprensión pueden ser explicadas por el uso de estrategias inapropiadas o inexistentes; una vía para mejorarla sería desarrollar un programa encaminado
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González Hernández, K. (2011). Propuesta de un programa para mejorar la comprensión de textos en estudiantes universitarios. Actualidades Investigativas En Educación, 8(2). https://doi.org/10.15517/aie.v8i2.9334
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