A propósito de una posible crisis de la educación superior colombiana, o por lo menos de lo que se tipificaría como una crisis de la demanda en la educación superior, vale la pena empezar por cuestionarse, desde una de las aristas de esta crisis, lo que podría ser una perspectiva crítica de la investigación y la gestión y producción del conocimiento en ese entorno y el papel que juegan como causa o como consecuencia de esta. El eje sobre el que gira la problemática es y seguirá siendo la financiación, en un modelo dual que no encuentra solución de continuidad entre la inversión pública de un Estado que no dedica suficiente presupuesto para asumir el impulso necesario, si es que se tiene el convencimiento de que la educación es el camino para superar el subdesarrollo, y de otro lado, el sector privado de la educación superior, que debe lograr el equilibrio entre los ingresos provenientes de las matrículas y los costos de una educación de calidad. Se puede estar cayendo en dos extremos: atender a una demanda que no genera fondos suficientes y, por tanto, se decide afectar la calidad, restringiendo las inversiones en la investigación, la docencia y la proyección social, o segmentarse hacia los estratos altos que de alguna manera ofrecen la capacidad de generación de ingresos suficientes para ofertar una educación de calidad. Pareciera que nos enfrentamos a una situación que no tiene solución, donde la calidad es el corazón de la disputa y la que es difícil lograr si no se cuenta con los recursos económicos para desarrollarla. En esto no hay discusión, o por lo menos el consenso es menos difícil.Pero en lo que sí debe haber discusión es en dilucidar en qué consiste la calidad y cómo se puede medir, o lo que es más crítico aún, cómo se debe evaluar. El principal problema con la evaluación de la investigación actual es su enfoque eminentemente cuantitativo donde el “prestigio editorial” se impone como criterio inexpugnable, que subvalúa el cómo y magnifica el dónde se ha publicado un artículo producto de una investigación, y por correspondencia, cuántas veces ha sido citado el mismo, lo cual innegablemente es un componente del análisis. Pero se descuida la otra parte, que tal vez es la fundamental en esta etapa del desarrollo socioeconómico y técnico-científico de nuestros países, en donde no se han diseñado esquemas de evaluación de su contenido y de sus verdaderos aportes y donde puede estar el núcleo de la verdadera calidad.Es decir, mientras las ciencias sociales están en una lucha fundamental por establecer nuevos caminos para interpretar la realidad, la calidad de la invetigación en este campo se somete a criterios emanados de los enfoques positivistas heredados de las ciencias físicas. O sea que la contradicción entre el concepto de calidad y sus métodos de medición se torna flagrante y se puede convertir en un elemento que frena el desarrollo de la investigación y la gestión del conocimiento en las ciencias sociales.Esta contradicción se ha resuelto en el campo de la difusión del conocimiento científico, priorizando las necesidades del sistema editorial científico imperante que abarca todo un mercado que exige reglas de juego para escalar en él y una de esas reglas son las exigencias de inversión para alcanzar los requisitos de “calidad”, para lo cual se requieren condiciones de generación de ingresos, bajo el concepto de las matrículas, que una mayoría de universidades no logran capturar debiendo limitar la inversión en estos procesos. Esto genera el riesgo de desechar procesos de construcción de conocimientos de buena calidad y de su correspondiente difusión, que, al no pasar por ese cedazo de mediciones cuantitativas, sedesvaloriza socialmente, constituyéndose esto en destrucción de capital social, que no encuentra un marco científico-tecnológico para su medición bajo criterios cualitativos diferentes a los puramente cuantitativos.Esta limitación de la inversión se va a reflejar en la calidad de los tres pilares de la universidad, como lo son la investigación, la docencia y la proyección social, y se torna apremiante en coyunturas de crisis de la demanda por educación superior, que en los actuales momentos se puede considerar más estructural que de coyuntura. Lo más crítico de esta afectación es cuando se deben utilizar indicadores de producción en cualquiera de los tres pilares. En un interesante artículo escrito por los autores Bruni y Magaudda (2017)1 se cita el caso del científico Higgs, quien después de su trabajo pionero de 1964 (en el que identificó el mecanismo por el cual el material subatómico adquiere masa) publicó menos de diez artículos, que en la era de ‘publicar o perecer’ probablemente conducirían a su despido como ‘improductivo”, en opinión de estos autores.
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ORTIZ BOJACÁ, J. J. (2019). La perspectiva crítica de la investigación y la gestión del conocimiento en las universidades colombianas. Criterio Libre, 17(30), 15–45. https://doi.org/10.18041/1900-0642/criteriolibre.2019v17n30.5750
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