La formación del profesorado universitario. Better teachers means better universities Que uno sepa, nadie ha puesto en duda la relación existente entre la calidad del profesorado y la calidad de la institución universitaria. Parece fuera de toda duda que son los buenos profesores y profesoras los que hacen una universidad de calidad. Lo que algunas voces aisladas discuten es que esa supuesta calidad esté vinculada a procesos de formación. Y aún son más quienes ponen en entredicho la orientación y los contenidos de los programas de formación que habitualmente ofertan a su profesorado las instituciones de Educación Superior. Los primeros porque entienden que la competencia docente es un arte que sólo se aprende con la práctica; los otros porque, a su juicio, la única condición exigible a un docente universitario es el buen conocimiento de la disciplina que debe enseñar porque eso será suficiente para poder enseñarla. Afortunadamente, son voces aisladas aunque con notable resonancia en el sistema porque emplean argumentos coherentes con las habituales políticas de profesorado en Educación Superior, en las que la docencia ocupa una posición marginal tanto en las prioridades institucionales como en el reconocimiento de méritos para la promoción personal de los académicos. Tres aspectos merecen ser destacados en relación a la problemática de la formación docente del profesorado universitario a la que REDU dedica, en esta ocasión, su monográfico: la importancia del profesorado en las políticas de calidad; la importancia de la formación para lograr una docencia de calidad; la necesidad de sistemas coherentes de formación capaces de responder a las nuevas demandas que se nos plantean a los académicos. Partir de la importancia del profesorado parece crucial en estos momentos. Acostumbrada como estaba la universidad a recibir a las élites de cada generación, jóvenes bien preparados y con una fuerte motivación para los estudios, el papel del profesorado podía ser secundario. Sus estudiantes eran capaces (o aprenderían pronto a serlo) de organizar su propio itinerario formativo y contaban con motivación y fuerza suficiente para avanzar en él con altos niveles de autonomía. Lo importante de las buenas universidades, como señalaba un rector, no son los profesores sino los recursos que las instituciones pongan a disposición de los estudiantes. Ningún profesor, era su teoría, puede transmitir a un estudiante nada que él no sea capaz de conseguir por sí mismo. Por eso, decía, importan más las bibliotecas, los laboratorios, los recursos virtuales disponibles, que el profesorado y las horas de docencia que se impartan. Hoy las cosas han cambiado de forma sustantiva, la universidad se ha convertido en un recurso al alcance de altos porcentajes de jóvenes que desean continuar sus estudios más allá de los periodos obligatorios. Los formadores han de
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Zabalza Beraza, M. A. (2013). La formación del profesorado universitario. REDU. Revista de Docencia Universitaria, 11(3), 11. https://doi.org/10.4995/redu.2013.5515
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