Introducción La ética contemporánea se encuentra en una encrucijada por no hallar una salida válida universal a los problemas éticos, ya sea en el campo teórico o en la ética aplicada. Parte del problema es heredado del tiempo de la modernidad, en que se originaron fracturas en el pensamiento filosófico. Allí se inició, y no se ha resuelto todavía, la controversia de si los principios morales son reales o no. Además, en el razonamiento ético contemporáneo, cuando se trata de fundamentar una determinada posición ética, uno choca con una gran diversidad de teorías éticas, que aparecen de forma dicotómica irreconciliables: deontologismo, consecuencialismo, principalismo, situacionismo, universalismo, contextualismo, con lo que al ser obligado a elegir entre una u otra posición se cometen numerosas falacias descalificantes. Existe una gran división en los procedimientos de decisión ética. Las personas no se entienden porque no tienen la misma concepción del mundo y de la vida y, por tanto, la misma jerarquía de valores. Se tienen diferentes sensibilidades y formas de concebir temas como la libertad, la responsabilidad o el comportamiento no solo entre diferentes culturas sino también dentro de la misma cultura de acuerdo al momento histórico e incluso dentro del mismo ser humano de acuerdo a la etapa del desarrollo en que se encuentra. Los debates sobre el aborto, la reproducción asistida, el status del embrión humano, el derecho a procrear, los métodos de acortar o alargar la vida, la eutanasia, o las posibilidades de manipular los caracteres hereditarios ejemplifican la dificultad de encontrar un fundamento común y, con ello, de una única línea de argumentación capaz de hacer compartir las mismas convicciones a todos los miembros de una sociedad. Pero el imponer como absoluto por la coacción una determinada forma de pensar ética tampoco es una vía de solución. Tanto el absolutismo como el relativismo conducen inevitablemente a la misma consecuencia: la destrucción de la vida moral. Se añade el problema de que, para la mentalidad contemporánea, la filosofía se halla desacreditada en su capacidad de orientar en la acción y de resolver las controversias. Más bien se prescinde de la filosofía como guía para la fundamentación ética. En la época posmoderna que vivimos, la razón filosófica ha sido sustituida por la tecnológica, relegando como excedente inútil los problemas no susceptibles de experimentación científica. Parte del problema se debe a una carencia de entendimiento de lo que constituye la constitución antropológica del ser humano en la que pueda basarse la ética. Se necesita, además, de una fundamentación ontológica-metafísica que parta de la persona, lo cual argumentamos en el presente trabajo a través de la metafísica genética (1). de Fernando Rielo. La herencia de la modernidad en la ética contemporánea
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Rodríguez Yunta, E. (2016). Fundamentación antropológica y ontológica de la ética. ARS MEDICA Revista de Ciencias Médicas, 30(2), 63. https://doi.org/10.11565/arsmed.v30i2.313
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