Se evidencia la dimensión social del conocimiento, traducida en la integración de su dimensión humana y tecnológica, con el objetivo de contribuir al desarrollo social de toda la nación. Cuando una sociedad carece de un espíritu crítico que le permita rebelarse contra la falta de políticas y estructuras informacionales, sólo resta, para cambiar la situación existente, el apoyo decisivo de los profesionales de la información. El trabajo con comunidades marginadas exige mucho esfuerzo, comprensión, liderazgo y el uso de metodologías adecuadas. El empresario, el académico, el ciudadano incluido en la sociedad de la información, deben encarar ese tipo de trabajo como un desafío, y, ante todo, como un rescate de su deuda social. La falta de lectores, de ciudadanos críticos, se debe, según los sociólogos, al hecho de que hayamos pasado rápidamente de una cultura oral a una cultura audiovisual, fenómeno que enfatiza la necesidad del mediador en el proceso de inclusión. En el Brasil, y no obstante los enormes avances económicos ocurridos, se dejaron de realizar reformas y de tomar decisiones políticas que impidieran el enfrentamiento de los problemas asociados a la concentración de riqueza y a la exclusión social. Como consecuencia, la manipulación de conceptos tan simplistas como el de estar o no alimentado, ser o no alfabetizado, tener o no una ocupación con rendimiento adecuado, comenzó a mostrarse insuficiente para abordar el proceso de exclusión. También se tornó inadecuada la simple enumeración cuantitativa del acceso a la educación, al trabajo, a la información, etc., debiendo acoplar la noción de calidad del acceso a los bienes y servicios públicos. El concepto de exclusión social está siendo adoptado, de manera creciente, para dar cuenta de un fenómeno que se manifiesta en forma cada vez más compleja. En el panorama que se anuncia, no puede aceptarse ya la exclusión ni la simple aceptación de la miseria. Integrar a los excluidos es la semántica de la solidaridad. No obstante, las actividades antisolidarias aún encuentran eco y condiciones favorables para su proliferación. Reman contra esa corriente las apuestas a favor del actual desarrollo tecnológico y de las redes interactivas que lo acompañan, multiplicándose en redes de solidaridad. La dimensión social del conocimiento juega un papel central en ese proceso. Representa la alianza entre la academia, el gobierno, la iniciativa privada y la sociedad civil organizada. El papel de la academia es fomentar la investigación, crear bases teóricas, desarrollar metodologías adecuadas y conocimientos que contribuyan a la solución de los problemas nacionales. El papel del Gobierno es formular políticas públicas, crear una infraestructura para favorecer la inclusión social y la difusión del conocimiento. El papel de la iniciativa privada es el rescate de su responsabilidad social. El papel del Tercer Sector es facilitar las acciones de todos los actores antes citados. Es ésta la única alianza que puede generar un esfuerzo común capaz de implantar una política de justicia social, de crear una conciencia solidaria abocada a minimizar las desigualdades sociales, y de ampliar en el Brasil la sociedad de la información.
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Suaiden, E. J. (2007). La dimensión humana de la información: biblioteca e inclusión social en la América Latina. Ibersid: Revista de Sistemas de Información y Documentación, 1, 251–257. https://doi.org/10.54886/ibersid.v1i.3309
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