La viruela fue una temible enfermedad que acompañó la humanidad desde el inicio de la historia, hasta su erradicación promulgada en 1980, luego de un esfuerzo hercúleo multinacional liderado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). La viruela se caracterizó por un curso clínico inconfundible con la aparición súbita de fiebre y malestar, seguidas rápidamente por lesiones cutáneas características que culminaban en cicatrices deformantes, huella indeleble de su paso. Grandes epidemias se reconocieron en la época de Galeno, en la Roma Imperial. Para el año 1000 d.C. ya era endémica en los continentes asiáticos, Europa y en la costa norte del Mediterráneo africano. Los conquistadores españoles encontraron en la viruela un aliado más formidable que las armas: millones de aborígenes americanos sucumbieron, como también lo hicieron los de Islandia, Japón, y Australia, al ser expuestos al virus por vez primera. La variolación o inoculación de costras infecciosas en la piel de los sanos, fue descubierta en la China e importada a Occidente por los británicos en el siglo XVII. La variolación ofreció protección, con una letalidad del 2%, comparada con el 30% que tenía la viruela. En 1796, Edward Jenner, un médico inglés, observó que las ordeñadoras, que habían sido infectadas por viruela bovina, eran inmunes a la viruela y partiendo de esa observación, decidió inocular a un niño con material infeccioso de lesiones vacunas. El niño, James Phipps, fue inmune a la exposición subsecuente a la viruela, sin desarrollarla. Con tesón, Jenner diseminó su hallazgo y, tras algunos contratiempos, logró imponer su descubrimiento. Mientras tanto, la viruela continuaba haciendo estragos en los no inmunizados, particularmente en las ciudades y en las guerras. Se considera que, solo en el siglo XX, la viruela fue la causa de fallecimiento de más de 300 millones de personas. Visionarios de lo que hoy es la Organización Panamericana de la Salud se propusieron erradicar la viruela en las Américas, y casi lo logran. Hubo que esperar a que la OMS dispusiera un programa formal de erradicación, liderado por D.A. Henderson, apoyado por la invención de una aguja bifurcada que permitió una inmunización más eficiente, combinado con un programa de detección y confinamiento de casos a nivel mundial, para que se obtuviera la erradicación de la viruela natural con el último caso en Somalia, en 1977. La erradicación de la viruela es única y constituye –en términos de muertes evitadas– el mayor logro de la Medicina de todos los tiempos.
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Lema Medina, M. (2020). Viruela: el monstruo moteado. Medicina, 42(2), 211–221. https://doi.org/10.56050/01205498.1515
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