La memoria constituye la trama subjetiva de la identidad, sostiene la imagen del sujeto a lo largo de su tiempo vital. Debemos tener una historia de nuestra vida, que ofrezca cierta continuidad, aunque esta historia sea en gran parte ficticia, contenga lagunas y errores. La memoria se manifiesta en recuerdos, pero también como acciones repetitivas que reproducen situaciones traumáticas de las que el sujeto no es consciente, conductas que están claramente más allá del principio de placer. La transferencia, que es la relación del analizante con su analista, es, entre otros elementos, una repetición nunca idéntica, de esquemas de relación y de conducta que provienen del pasado y que al aparecer en la situación de análisis, permiten su comprensión y modificación. La memoria no es un depósito inamovible de huellas mnémicas, ya que estas huellas siempre se reinscriben a posteriori, como consecuencia de nuevos acontecimientos, o de nuevas comprensiones, de modo que la memoria es un archivo en perpetua construcción a lo largo de la vida. La acción del psicoanálisis no consiste en una recuperación de las huellas mnémicas olvidadas, sino esencialmente en la creación de nuevas comprensiones y sentidos de la biografía, de un nuevo modo de concebir y eslabonar algunos acontecimientos de la propia vida, que permiten la creación de nuevos proyectos y abren la posibilidad de un nuevo destino.
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Blanck-Cereijido, F. (2006). La memoria en el diván. Acta Poética, 27(2). https://doi.org/10.19130/iifl.ap.2006.2.203
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