Aunque el concepto de falacia es ampliamente utilizado tanto dentro como fuera de la filosofía, también ha sido criticado recientemente por varios autores. En este artículo me uno a esas voces críticas con el objetivo de presentar varias razones para abandonar el concepto de falacia en teoría de la argumentación. Argumentaré que la noción de falacia está intrínsecamente unida a las taxonomías de falacias, y tales taxonomías resultan ser muy deficientes para distinguir argumentos genuinamente defectuosos. Los esquemas argumentativos falaces identifican tanto buenos como malos argumentos, de modo que carece de sentido mantener tales esquemas o tipos de argumentos en las clasificaciones de falacias. En los casos en los que, en lugar de basarse exclusivamente en los esquemas argumentativos, se establecen criterios pragmáticos y contextuales que identifican inequívocamente argumentos incorrectos, tales criterios están formulados en términos evaluativos, cuya aplicación no es directa e indiscutible. En consecuencia, las etiquetas de falacias no proporcionan un fundamento teórico para distinguir entre buenos y malos argumentos y tampoco desempeñan ningún papel en nuestras evaluaciones cotidianas de argumentos, que se basan más bien en apreciaciones de aspectos del contexto para cada argumento concreto. Finalmente, responderé a la objeción de que, aunque el concepto de falacia pueda ser teóricamente problemático, la enseñanza de las falacias resulta útil para el desarrollo de las habilidades argumentativas.
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Gascón, J. Á. (2021). El problema de las falacias: objeciones a la utilidad de un concepto teórico. Cogency, 13(1), 125. https://doi.org/10.32995/cogency.v13i1.372
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