La sociología podría haber olvidado el objeto para el cual comienza estableciéndose como ciencia. A partir del homocentrismo tradicional de la sociología, se conviene en admitir que es la persona humana (la «vieja medida de todas las cosas»), con su complejo vital de necesidades e intereses, significaciones y deseos, expectativas y cálculos, el centro de inte- rés insoslayable de todo estudio sobre lo social. Sin embargo, formalismos como los de Simmel, unidos a la eclosión de las numerosas especialidades a que da origen el acelera- do desarrollo institucional de la ciencia y el más que probable mimetismo sociológico por seguirla, han ido minando subrepticiamente el fin primigenio de la sociología (hasta lle- gar, por ejemplo, a la «sociedad sin hombres» de Luhmann), que no fue otro que el des- cubrimiento de los principios más estructurantes que determinaban o condicionaban el funcionamiento de la vida social con el fin exclusivo de la mejora de ésta última; lo que es tanto como decir, para beneficio de las personas que la formaban. En este artículo, que enfatiza el falso dilema cualitativo-cuantitativo como perversión del lenguaje sociológico, se pretende recordar que la sociedad no podría ser sólo un compuesto de formas abstrac- tas, sino sobre todo un conjunto interactivo y consciente de personas con necesidades concretas, las cuales viven precisamente en sociedad sólo y exclusivamente para mejor satisfacerlas. Y que la sociología es, o debería ser, ese conocimiento acumulado sobre los fenómenos sociales que coadyuve hacia la mayor satisfacción de estas necesidades.
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Parra Luna, F. (1998). El objeto olvidado de la sociología. Papers. Revista de Sociologia, 56, 11. https://doi.org/10.5565/rev/papers.1942
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