Democracia, ciudadanía y políticas sociales

  • Fleury S
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Abstract

Se ha descrito a América Latina como la región con el mayor índice de desigualdad en el mundo, una característica capaz de perdurar en períodos ascendentes y descendentes del ciclo económi-co, con estados intervencionistas y neoliberales, modelos nacionalistas y globalizados, culturas arcaicas y posmodernas, pactos corporativos y neocorporativos. Más que la ausencia de igualdad, que indicaría la existencia de distintos grados de inserción en la sociedad política y en el mercado, lo que ocurre en la región es un fenómeno de exclusión, de persistencia de una esfera pública restringida que no incluye a una gran parte de la población. La experiencia de las últimas décadas ha demostrado que la mera identificación de la democra-cia con el régimen democrático es problemática y pone en evidencia las limitadas posibilidades de gober-nabilidad en contextos donde el régimen democrático coexiste con altos niveles de exclusión y desigual-dad. La evolución del debate sobre gobernabilidad democrática en las últimas décadas no ha sido capaz de superar las limitaciones impuestas por el modelo de democracia representativa, asumido como pará-metro para el rediseño de la institucionalidad. La tesis que se defiende aquí es que solo con un nuevo modelo de democracia que asocie la democracia representativa con la democracia deliberativa se gene-rarán las condiciones necesarias para la concertación social en una esfera pública ampliada, que permi-ta la creación de un nuevo pacto político, capaz de dar sustento a las políticas públicas redistributivas. La reconstrucción de la esfera pública debe identificarse claramente como parte de la lucha por la hegemonía y la constitución de un nuevo bloque en el poder, que atraviesa al Estado y requiere nue-vos aparatos, tecnologías y procesos para ejercer el poder, que inscriban las nuevas relaciones de poder en su materialidad organizativa. Este proceso de interacción y transformación tanto del Estado como de la sociedad puede y debe darse simultáneamente, impulsado en una u otra dirección, en estos dos polos que constituyen la esfera pública. La recuperación de la noción de ciudadanía en tanto emancipación de los sujetos socialmente construidos identifica a la ciudadanía como estado de plena autonomía, que no configura un estado general y universal, sino un camino que se dirige hacia la aceptación de la alteridad, cuyo goce está mediado por la institucionalidad permanentemente reconstruida. Esta reconstrucción activa y permanente de la insti-tucionalidad y de la misma esfera pública requiere que se acepten las singularidades y las diferencias, así como que se tornen públicos los espacios que anteriormente eran considerados privados. En este sentido, la ciudadanía no puede dejar de ser comprendida en toda su complejidad contradictoria: entre lo individual y lo colectivo; entre lo público y lo privado; entre la homogeneidad y la singularidad. Algunas proposiciones para el debate sobre democracia, ciudadanía y políticas sociales son aquí enunciadas: 1-La persistencia de la desigualdad y de la exclusión siguen siendo las características centrales del patrón de protección social en América Latina. Si es cierto que las reformas recientes pudieron aumentar la inclusión en la protección social, este hecho no ha significado ni la expansión de la ciudadanía ni la reducción de las desigualdades. 2-Las reformas sociales de carácter liberal redujeron el papel de las políticas sociales a la focalización en el modelo de asistencia y tuvieron como consecuencia la individualización de los riesgos y de

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Fleury, S. (2006). Democracia, ciudadanía y políticas sociales. Salud Colectiva, 2(2), 109. https://doi.org/10.18294/sc.2006.59

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