Los procesos de evaluación de los contenidos de aprendizajes en el ámbito universitario operan mediante automatismos académicos. El profesorado asume en exclusiva la potestad sancionadora de certificar las competencias del alumnado. Se desvirtúa así la operatividad educativa de la evaluación, convirtiéndola en un elemento coercitivo donde el alumnado apenas tiene capacidad de intervención. Instrumentos como el portafolio o la revisión de exámenes en tutorías tratan de acercar a los estudiantes a los procesos evaluativos, pero es finalmente la heteroevaluación quien fija la nota final en las actas. Sin embargo, llega un momento en la vida del estudiante universitario, sobre manera en los últimos años de los estudios de grado, en que es consciente del nivel de compromiso que asume con su propio aprendizaje. Sabe qué está aprendiendo y qué le falta por aprender y cuenta con elementos de juicio empíricos suficientes como para realizar una autoevaluación objetiva y honesta de sus producciones académicas.
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Dopico Rodríguez, E. (2010). Didáctica de la honestidad: experiencias de evaluación participativa. Revista Iberoamericana de Educación, 53(2), 1–12. https://doi.org/10.35362/rie5321744
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