El tema del humanismo en la medicina ha sido aborda-do desde la más remota antigüedad bajo diferentes pers-pectivas según la época y de acuerdo al estado prevalente del quehacer médico. El cambio que se suscitó, desde que la medicina era sólo el arte de curar, hasta cuando se convirtió en ciencia médica, particularmente en el último siglo con la formidable incorporación de los avances cien-tíficos y tecnológicos, reclamó el replanteamiento de la añeja relación entre la práctica médica y su sentido huma-nista. No debe extrañar, pues, que en nuestra época apa-rezcan numerosas publicaciones que se ocupan del tema. Pero cabe señalar que no sólo en la medicina se ha hecho necesario analizar esta relación, sino también en el campo general de la ciencia a la que se acusa de indiferente, o por lo menos alejada de cualquier sentido humanista. El contrastar a la ciencia con el humanismo se ha conver-tido en lugar común, particularmente en nuestro tiempo, en que la ciencia y especialmente sus aplicaciones parecen haber ganado la delantera en el quehacer humano. Los humanistas culpan a la ciencia de haber minado los valores del ser humano y de ser la causa de muchas de nuestras vicisitudes, tales como las guerras, las armas de destrucción masiva y los graves desequilibrios ecológicos. La ciencia, dicen, es amoral y encierra un deseo perverso de control de la naturaleza y con ello del ser humano como sujeto y como sociedad en donde naturalmente encajaría la medicina científica de nuestro tiempo. Por otro lado, los científicos afirman que la ciencia es el único camino para llegar al conocimiento verdadero y que por ello es la for-ma auténtica de liberar al ser humano de mitos y de ma-gia. Señalan también que las disciplinas para o metacientí-ficas, cuyo centro focal es la filosofía, no han contribuido en nada para el progreso de nuestra especie. Estas posturas radicales, y por ello polares de las dos corrientes fundamentales del pensamiento, han conduci-do a numerosos debates, ensayos y libros enteros que acentúan las diferencias y, en el mejor de los casos, inten-tan una síntesis. Pero no cabe duda de que los autodeno-minados intelectuales siguen viendo con recelo al conoci-miento científico por considerarlo sólo un conjunto acumulativo de datos empíricos. Por otro lado, los científi-cos ortodoxos ven a la cultura humanística sólo como una gimnasia intelectual que carece de utilidad práctica. Aun-que existen muchos matices de gris entre el blanco y el negro de las dos posturas, no deja de sorprender que a milenos de distancia sigamos debatiéndonos entre las dos corrientes, particularmente en el quehacer médico de nuestro tiempo. ¿Qué es el humanismo? El humanismo tiene varias acep-ciones y en épocas recientes numerosas ramificaciones. Desde hace más de 2,500 años se le considera una co-rriente filosófica que se centra en la realización completa del ser humano. Se atribuye a Protágoras en el siglo V, a.C. su fundación cuando afirmó que «el hombre es la medida de todas las cosas». No hay que olvidar sin embargo , que Pitágoras de Samos un siglo antes ya hablaba de la posición del hombre en el contexto de la armonía universal y que Sócrates, contemporáneo de Protágoras, en su continua búsqueda del ser humano, constituyó otro pilar de la corriente humanística de la época, junto con Platón y Aristóteles. Después de un largo interludio en la Edad Media, do-minado por el dogma religioso prevalente, el humanis-mo cobra nueva vida en el Renacimiento. Caracteriza a tal punto esta época que muchos historiadores consideran que es en este periodo donde verdaderamente se desarrolla esta corriente del pensamiento desde la Italia del siglo XV. Entonces se reconoce la naturaleza del ser humano para Artemisa medigraphic en línea
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Cueva Tamariz, A. (2017). Medicina y humanismo. Revista Ecuatoriana de Medicina y Ciencias Biológicas, 16(1), 49–54. https://doi.org/10.26807/remcb.v16i1.317
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