En un mes de las brujas nos reunimos en la Universidad Nacional de Colombia, en Bogot�, para pensar en el oficio de escribir, la tarea m�gica que a tantas mujeres ha convertido en seres prohibidos. El encuentro se hab�a planeado desde hac�a meses y varias veces hab�amos pospuesto la fecha, por razones supuestamente ajenas a mi voluntad. Creo, sin embargo, que yo tambi�n era parte de las dilaciones, o por lo menos las aceptaba con alivio. Mi resistencia a hablar del oficio de escribir ha persistido con extra�os disfraces y aplazamientos. Para una trabajadora exacta y sin tregua, como yo, estas huidas son transparentes: me resisto a la identidad impuesta de escritora y me resisto a mi propio discurso sobre la escritura. �Por qu� no escribir, en lugar de hablar de lo poco (porque siempre es poco) escrito? Es cierto, sin embargo, que esta identidad que se me adjudica no es gratuita, a pesar de que me doy cuenta de no tener una obra p�blica, coherente y clasificable seg�n criterios acad�micos, est�ticos o editoriales. Me siento camale�n de la palabra, que cambia de color y tal vez no tiene uno propio. Pero a�n as� soy un animal consistente. Siempre he vivido con/de las palabras, como lectora, estudiante y profesora de idiomas y de literatura, editora, traductora, conferencista, periodista, cr�tica literaria, poeta?
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Ánjel Rendo, J. G. (2008). El oficio de escribir. Ratio Juris, 3(6), 115–123. https://doi.org/10.24142/raju.v3n6a8
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