l llamado Proceso de Paz de 1982 a 1986 marca, sin lugar a dudas, una nueva etapa en el desa-rrollo de ese capítulo tan particular a la historia colombiana, la violencia. Innumerables artículos, varios libros y un sin fin de comentarios sobre esta iniciativa del expresidente Belisario Betancur, pare-cen corroborar la inmensa importancia de un pro-yecto innovador cuyo alcance se sigue apreciando hoy en día. No obstante, son numerosos los aspectos del proceso que aún quedan por analizar. Dificultades ligadas a la historia inmediata justifican, en cierta medida, aquellos vacíos que hoy impiden forjarse una visión menos confusa y caótica de ese fenómeno tan complejo como la violencia colombiana. Sin embargo, no deja de ser sorprendente que un actor de primera importancia dentro de la historia de la violencia en el país haya permanecido al margen de los estudios consagrados a este tema: se trata de la Iglesia. No se quiere decir con esto que hasta el día de hoy el papel jugado por la Iglesia haya sido completamente ignorado: a falta de un abundante material, existen unos cuantos estudios sumamente esclarecedores sobre lo que ha sido la relación Igle-sia-violencia en Colombia. Pero se trata, de manera general, de investigaciones que no van más allá de los años sesenta del presente siglo. Es indudable que el Proceso de Paz del exPresi-dente Betancur constituye una magnífica oportuni-dad para interrogarse acerca del papel desempeña-do por la Iglesia colombiana. De la misma manera como sucede en otras naciones latinoamericanas, el clero de nuestro país quisiera ocupar un lugar pro-tagónico en las iniciativas tendientes a solucionar los conflictos entre Estado y sectores contestatarios. Un detenido análisis de la actitud asumida por la jerarquía eclesiástica colombiana durante el Pro-ceso de Paz del entonces Presidente Betancur, arroja ciertas luces sobre una de las instituciones que con mayor fuerza se ha hecho sentir a todo lo largo de la historia del país. Dentro de esta perspectiva, el siguiente trabajo pretende demostrar que, lejos de aquella imagen de armonía y unidad que nos descri-ben continuamente sus portavoces oficiales, la Igle-sia colombiana se halla profundamente dividida. En el fondo, se puede apreciar que el Proceso de Paz desarrollado por Betancur desencadenó una rela-ción de fuerzas en el seno de las autoridades ecle-siásticas. La descripción de dicha relación será el objeto central de la presente investigación. ¿Cómo reaccionaron los diferentes representantes de la je-rarquía católica ante una iniciativa gubernamental que comenzó por reconocer y, hasta cierto punto, por justificar la existencia de la subversión armada? ¿De qué manera participaron en los múltiples y álgidos debates que se desarrollaron en torno a las soluciones susceptibles para conseguir la paz? Para responder a estos interrogantes existían varias alternativas de investigación; se optó, sin embargo, por el seguimiento pormenorizado del órgano oficioso de la jerarquía eclesiástica, El Ca-tolicismo. A través de este semanario, y con la ayuda de otros diarios, se podrán encontrar las dos posiciones-netamente radicales-en que se dividie-ron los obispos: aquellos que, apoyando el Proceso de Paz, privilegiaron explícitamente el diálogo con la guerrilla; de otra parte, aquellos que, advirtiendo a la opinión pública sobre la doble estrategia de los grupos guerrilleros-negociar en apariencia, para así fortalecer sus intereses-, criticaron desde un comienzo todo esfuerzo encaminado a facilitar el acercamiento entre el gobierno y los alzados en armas. E 52
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Arias, R. (1993). La jerarquía eclesiástica colombiana y el proceso de paz de Belisario Betancur (1982-1986). Historia Crítica, (8), 52–65. https://doi.org/10.7440/histcrit8.1993.03
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