...sobre Nicanor Parra, debería continuar el enunciado del título, pero tal como está se da un aire más magrittieno, artista al que cada vez que visito, en sus múltiples y heterogéneas facetas, me recuerda o se me aparece Parra. No digo que sea uno de sus “predecesores” en el sentido del célebre ensayo de Borges sobre Kafka, pero algo de eso hay: por la desmesura rupturista, por su modernidad tan feroz como inteligente, por, finalmente, no dejar objeto cultural sacro sin sacarle hasta la última médula de lo sacro, desmantelarlo digamos derridarianamente, pero aún así guardar por él una suerte de admiración y empatía incomprensibles. o sea que si hay un artista del siglo XX que más me recuerda a Parra es magritte. Lo di go sin temor a equivocarme, y también sin muchos argumentos que esgrimir acá, dado que este no es un texto que tienda a la demostración teórica sino al testimonio que no es, es decir al aprecio (etimológicamente) equívoco y escrito, no por la obligación de su cumpleaños número 100, sino porque sin Parra no seríamos, y creo que sin m agritte, tampoco. No me extenderé por lo tanto en las analogías que son múltiples y tal vez obvias, porque cité a m agritte más que nada por darle un título a este testimonio que no es una pipa. Ni Un desnudo bajando una escalera, ni Un gran vidrio ni tampoco una Fuente que es un urinario en el Louvre, porque siguiendo la lógica borgiana de los predecesores se me aparece también d uchamp, con una cercanía apabullante a Parra. Eso no quita ni suma. Solo relaciona en mi recepción ya tardía, en este su centésimo cumpleaños de Parra. d igo por la lucidez y la ferocidad que implica la modernidad de los dos artistas citados y su alcance más allá de su propia, o supuesta específica práctica del arte. Pero como esto no es un testimonio sobre Parra, trataré de que este escrito se acerque lo más posible a lo que no es. u n testimonio, tal vez, debería comenzar diciendo conocí a Parra...¿Lo conocí? La verdad es que creo que no, aunque estuve tres veces con él, una en su casa de La Reina, en una ocasión de la visita de la escritora sueca Sun Axelsson, que detestan los más irredentos parrianos, porque le atribuyen la culpa de que Parra no haya obtenido el Nobel –cosa falsa de falsedad absoluta como decía Lihn del mundo lárico de Teillier, cosa a la que tampoco adscribo– porque en esa oportunidad me di cuenta de que entre ambos había una empatía que no se había disuelto con los años
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Rodríguez Herrero, M. (2012). Esto no es un juego. Arte, Individuo y Sociedad, 23(0). https://doi.org/10.5209/rev_aris.2011.v23.36750
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