Las poblaciones se encuentran en un movimiento interno continuo, que se proyecta hacia el exterior. La expansión de diversas actividades, como el comercio o la religión, precede al crecimiento del Estado. El tamaño del Estado también es indicativo de su nivel de civilización: cuanto más elevado es, mayor es la superficie estatal, y se estrecha también la relación entre la población y la tierra que ocupa. El crecimiento del Estado pasa por la anexión de miembros menores al agregado inicial, y se manifiesta como un fenómeno periférico que empuja hacia fuera la frontera que ha de ser atravesada por los vectores del crecimiento, pero no en cualquier dirección, sino buscando siempre las regiones más valiosas. El crecimiento natural renueva un cuerpo político simple y continuamente lo reproduce, pero no produce en sí mismo ninguna otra forma política; el impulso procede del exterior. Los Estados más débiles intentan igualar a los más poderosos, y de ello nace el conflicto por la integración y nivelación espaciales.
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Ratzeñ, F. (2011). Las leyes del crecimiento espacial de los Estados. Una contribución a la Geografía Política científica. Geopolítica(s). Revista de Estudios Sobre Espacio y Poder, 2(1). https://doi.org/10.5209/rev_geop.2011.v2.n1.37901
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