La educación inclusiva es un proceso en pleno desarrollo en muchos países. Un camino que conlleva grandes tensiones, temores y contradicciones, las que en particular parecen profundizarse cuando la inclusión se refiere a la diversidad de género y sexual. Estos temores y tensiones suelen encontrar sus puntos de sustento en las comprensiones que portan los diversos actores del mundo socio cultural con respecto a lo que es el sujeto y lo que es adecuado y deseable a su ser. En los últimos años, ha ido ganando terreno tanto en el ámbito público como en los círculos del mundo educativo, la discusión sobre el impacto de los procesos formativos en la construcción y afirmación de la identidad de género y sexual y, en consecuencia, acerca del papel que le compete a la institución escolar en la promoción y desarrollo de una convivencia basada en el reconocimiento y valoración entre quienes transitan diversos caminos de construcción de identidad de género y sexual. Sin embargo, esto no significa que la construcción de identidades de género y sexual no hegemónicas se encuentren en camino de una aceptación en el marco de lo que se considera como "normal" en nuestro mundo cultural. Tampoco significa que en el contexto educativo la convivencia entre personas con diversas identidades, desde la perspectiva del género o sexo, sea simple o sin contradicciones, ni fácil de abordar por las comunidades educativas. Por el contrario, lo que en la realidad se suele observar es la existencia de un discurso "oficial" que aboga por el reconocimiento y aceptación de la diversidad sexual en la vida escolar. Sin embargo, con frecuencia este discurso oficial subsume otro discurso más complejo y tensionado en el que gravitan imaginarios que se relacionan con lo que se considera adecuado y deseable. Discurso en el que tienden a aparecer referencias relativas a lo que "los otros", externos a los muros del centro educativo, pueden hacer o decir si el centro asume un tránsito que cuestione los deslindes de lo socialmente adecuado. En estos discursos, esos "otros" pueden provenir de la comunidad local como también de las administraciones educativas, los que emergen como posibles sancionadores, de formas más o menos simbólicas o concretas según las distintas construcciones discursivas con respecto a una comunidad educativa que rompa con el silencio, la ocultación o la invisibilización de experiencias identitarias de género o sexual no hegemónicas. En especial, lo anterior se pone en evidencia en aquellas instituciones educativas en las que integrantes de la comunidad educativa (estudiantes, docentes, personal administrativo…) han explicitado su identidad sexual no hegemónica y exigido su derecho
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Cid, S. (2016). Educación para la Diversidad Sexual y de Género. Revista Latinoamericana de Educación Inclusiva, 10(2), 15–18. https://doi.org/10.4067/s0718-73782016000200002
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