Es claro para todos que la pandemia de COVID-19 ha generado estragos a nivel mundial, no solo en lo sanitario, sino también lo económico, social y psicoló-gico. A la fecha, en Chile se han registrado más de un millón y medio de personas infectadas, y cerca de 35 mil fallecidos. En este contexto, el sistema de salud se ve superado, teniendo que restringir las atenciones por otras patologías. De acuerdo con un informe del Colegio Médico de Chile, para 2020 hubo una disminución de 38% en las cirugías electivas, 38% en las consultas médicas especializadas y 7,24 veces más retrasos en el cumplimiento de garantías GES, en comparación con el año 2019 1. El panorama para las personas que viven con VIH es especialmente preocupante. Si bien la evidencia sobre comorbilidad entre la infección por VIH y por SARS-CoV-2 es contradictoria y no concluyente, las personas que viven con VIH tienen mayores factores de riesgo que pudieran facilitar el contagio de COVID-19 y des-enlaces mortales de la enfermedad, tanto a raíz de ésta, como de otras complicaciones médicas, especialmente en quienes no reciben tratamiento o tienen un bajo recuento de células CD4, por lo que los cuidados en este grupo de la población deben extremarse. Debido a lo anterior, cabe preguntarse ¿qué ocurre en Chile con la epidemia de VIH, en tiempos de pandemia? Plan-teamos aquí tres áreas básicas que deben ser cubiertas con urgencia. La prevención del contagio por VIH es un aspecto fundamental. Las pocas y criticadas iniciativas de edu-cación sexual y comunicación social disponibles en Chile, en la actualidad son prácticamente inexistentes 2 y el presupuesto nacional orientado a la prevención es mínimo 3. Un ejemplo de ello es la campaña ministerial "Es positivo saber" y "Es positivo cuidarse", destinada a promover el uso de condón y la realización de la prueba para la detección del VIH, que alcanzó a estar vigente solo cuatro meses desde su lanzamiento. Esta prolongada ausencia entrega un preocupante mensaje a la población: el VIH dejó de ser un problema relevante de prevenir. De acuerdo con un informe de la Corpo-ración Miles 3 se ha observado una disminución de 29%-respecto del 2019-en los exámenes procesados por el ISP, lo que evidenciaría un retroceso en las acciones de prevención secundaria. Recientemente se han realizado algunos esfuerzos relevantes en esta área, anunciándose el pasado 15 de julio desde la Subsecretaria de Salud Pública, un nuevo programa para fomentar el testeo conjunto de VIH y COVID-19, con nuevos puntos de cribaje, pero que solo estarán disponibles en tres de las 16 regiones del país. Un segundo tema es el tratamiento de las personas que viven con VIH. Según datos del Departamento de Epidemiología del Ministerio de Salud, para el año 2019 se notificaron 5.160 nuevos casos de VIH/ SIDA, significando un aumento de 30,9% respecto al año 2018 4. Adicionalmente, estas cifras reflejan un distanciamiento de las metas 90-90-90 de ONUSIDA 2 , ya que el 83,6% de las notificaciones son en hombres 4 , con una limitación notoria de las mujeres en el acceso a servicios de detección temprana. En el contexto actual, esto se ve agravado por las barreras en la adherencia al tratamiento, asociadas al miedo al contagio por COVID-19 en los centros de atención en salud 1,5 , por lo que las políticas públicas debieran apuntar hacia la facilitación de atenciones ambulatorias para personas inmunodeprimidas. Un tercer y último punto es la investigación. Si bien, es necesario y comprensible el aumento de la investiga-ción centrada en COVID-19, preocupa el descenso de investigación enfocada en otras patologías. Un vistazo rápido a las publicaciones más recientes a nivel mundial en la base de datos Web of Science muestra que, en el período 2020-2021, el descriptor VIH acumula solo 25.768 resultados, inferior a otras patologías crónicas como obesidad (46.053) o diabetes (68.120), y muy inferior a "COVID" (134.378). En Chile, el escena-rio es mucho más precario, ya que se observan solo 26 resultados para el descriptor VIH, de los cuales 2 abordan determinantes psicosociales del contagio. La escasa investigación multidisciplinaria sobre el VIH en el territorio nacional ha sido señalada como una arista relevante en la situación epidemiológica 2. Entendiendo que los desafíos que surgen en estos tiempos son múltiples y configuran un panorama complejo de abordar, es necesario agregar a la lista los tres focos mencionados. En primer lugar, es necesario aumentar las estrategias de prevención de la enfermedad y promoción de la salud, ya que la presencia de comor-bilidades puede incrementar el riesgo de mortalidad y aumentar la saturación de los servicios de salud. Ade-más, dado que el distanciamiento social, cuarentenas y restricciones comunitarias limitan el acceso a servicios de diagnóstico de VIH 6 , en este momento es clave ase-gurar el acceso a la prevención secundaria. En segundo lugar, considerando el riesgo que supo-ne la inmunosupresión para el contagio y mortalidad por COVID-19, resulta crucial garantizar la atención médica para personas que viven con VIH. Para ello es importante tener en cuenta las barreras estructurales, sociales y psicológicas para la atención, como el miedo de los pacientes al contagio de COVID-19 por asistir a servicios de salud 5 o las limitaciones de los propios cen
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Río, M. P. O. del, & Salinas-Oñate, N. (2021). La Epidemia VIH en Tiempos de Pandemia: situación en Chile. Revista Médica de Chile, 149(7), 1093–1094. https://doi.org/10.4067/s0034-98872021000701093
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