La crítica. Entre contradicciones y conflictos Mit einer fast nervösen, fieberheissen Phantasie begabt, setzte er das viel-leicht nur flüchtig Gelesene in Bilder um, welche manchen sensationellen Zug nur ihm, nicht Dante verdanken, und nicht immer konnte er dem Anreiz widerstehen, aus Dante's strenger Dichtung ein phantastisches Zaubermärchen zu machen, wie im dreizehnten Gesang der Hölle, wo er die in Bäume verwandelten Sünder als Baumstämme mit menschlichen Gesichtern und Formen darstellt, eine Auffassung, welche Dante's Worten schlecterdings widerstreitet (Volkmann 1897: 139). 1 C on estas palabras describía Ludwig Volkmann, en su célebre Iconografia Dantesca, la manera con que Gustave Doré representó en sus célebres grabados el bosque de los suicidas (figs. 1, 2 y 3), el turbador escenario que cruzan Dante y Virgilio en su paso por el séptimo círculo del Infierno y que tanta literatura generaría por su carácter dramático, su hábil exposición del contrappasso y la idea que subyace en su concepción, recuperando la ima-gen del Polidoro virgiliano y al mismo tiempo actualizándola bajo la óptica del hombre medieval y la consideración contemporánea del suicidio. 2 En su análisis iconográfico, el alemán incidió en algo que tantos otros críticos de la obra de Doré se han afanado en remarcar: la falta de fidelidad, la tendencia a la «invención» de un Doré que se llega a poner incluso por encima del poeta. Como se llegó a afirmar en la crítica francesa, «Más que Dante ilustrado por Doré, [su Infierno] parece Doré ilustrado por Dante» (Larchey 1869: 202), lo cual puede ayudar a hacerse una idea de la evidente falta de consenso a la hora de valorar el trabajo del alsaciano y el recelo con que fue recibido allende el entusiasmo popular. Si bien actualmente la fama universal de Doré parece haberlo elevado a la categoría de los más ilustres artistas de su tiempo, apreciado por el conoci-miento popular y académico como uno de los mejores ilustradores del siglo XIX y especialmente acertado a la hora de recrear las penurias de la Londres victoriana y los mundos oscuros del folclore y la literatura, sus grabados para la Divina Comedia no dejaron de sufrir los embates de parte de la crítica 1. «[Doré] Dotado de una fantasía casi neurótica, febril, traducía en dibujos cosas que quizá no había leído más que por encima, y que por esto le deben ciertos tratos sensacionales a él, no a Dante, y no siempre supo resistirse a la tentación de hacer de la Divina Comedia un cuento mágico y fantástico, como en el decimotercer canto del Infierno, donde representa a los pecadores convertidos en árboles, como troncos con rostro y miembros humanos, un concepto que contrasta mucho con el de Dante.» 2. Deben tenerse en cuenta los matices en el empleo del recurso que ponen de relieve la volun-tad de Dante de adaptar esa imagen clásica a su percepción contemporánea del suicida. Por lo tanto, si bien tanto Polidoro como los suicidas del canto XIII se presentan al lector bajo la forma de un árbol, cabe señalar que mientras la nueva forma del hijo de Príamo surge de su mismo cadáver, los árboles del decimotercer canto lo hacen a partir de las almas de los condenados a modo de semilla (Arqués 1998: 86-87).
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Villalta Jiménez, D. (2017). ¿Lucidez o fantasía neurótica? Gustave Doré como ilustrador de la Divina Comedia: el caso del bosque de los suicidas. Dante e l’Arte, 4, 187. https://doi.org/10.5565/rev/dea.83
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