Desde su planteamiento en la década de 1960, McLuhan (1994) nos llevó a reflexionar sobre la plataforma tecnológica como determinante de una relación particular de la sociedad con las realidades a las cuales se esta-ba expuesto. De manera similar, Postman (1985) años después nos hacía reconocer que la televisión determinaba que los debates políticos se trans-formaran en una escenificación del debate como superior a su contenido argumentativo. Estilo sobre sustancia. O mejor aún, medio sobre sustan-cia. Porque todo lo digno de ser relevante existe en televisión y, por tanto, todo lo que aparece en televisión es relevante. Es indudable que nuestra división mediática fue tan marcada por los sistemas o plataformas de distribución que llegamos a pensar que cada me-dio era, precisamente, su plataforma. Mal hacemos, eso sí, en pensar que la convergencia es un asunto muy reciente, en particular, si tomamos en cuen-ta que las imágenes entraron pronto en la prensa escrita, que los diarios apa-recían visualmente en las narrativas cinematográficas y televisivas, y que los actores, así como guionistas y cantantes, pasaron varias veces entre un me-dio y otro (Arango-Forero, Roncallo-Dow y Uribe-Jongbloed, 2016). Pero claro, la preponderancia de una tecnología sobre otra, la escritura sobre la imagen, planteaba la diferencia evidente entre un periódico, una revista y un cómic, siendo sus sistemas de producción y distribución, así como su materialidad, tan similar.
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Uribe-Jongbloed, E. (2016). El cambio mediático de la televisión: Netflix y la televisión en teléfonos inteligentes. Palabra Clave - Revista de Comunicación, 19(2), 358–364. https://doi.org/10.5294/pacla.2016.19.2.1
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