La necesidad de un Pacto de Estado por la Ciencia en España

Abstract

Los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Euro-pea (UE) reunidos en la cumbre de Lisboa del año 2000 textualmente afirmaron que Europa debía con-vertirse antes del 2010 en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mun-do, si no quería perder su actual posición de privile-gio. Posteriormente en la cumbre de Barcelona de 2002 profundizaron en este aspecto y decidieron que a final de la década el porcentaje del PIB dedicado a I+D debería alcanzar el 3%. España ha dado un gran salto adelante en los últimos 25 años. Nuestra calidad de vida y nuestro bienestar económicos parecen asegurados. Sin embargo, esta-mos viendo cómo la producción industrial, incluso la de productos complejos, se puede trasladar de un día para otro a los países del Este, donde los beneficios son mayores. La prensa da cuenta de nuevos casos cada semana. Si este goteo se convierte en un torren-te, ¿de dónde saldrán los futuros puestos de trabajo? Ya empezamos a ver que la fabricación rutinaria no es la respuesta, los servicios tienen un alcance limita-do, la agricultura necesita cada vez menos trabajado-res. Así que la pregunta es ¿"qué haremos"? La res-puesta de la cumbre de Lisboa es la correcta. Nos hemos de basar en la fuerza que actualmente nos di-ferencia de las economías emergentes del planeta, lo que se conoce como "Economía basada en el conoci-miento". No hay alternativa. Sin embargo, no se ven las acciones que deben llevar a hacer realidad los acuerdos de las cumbres de Lis-boa y Barcelona. Si hemos de depender de una econo-mía basada en el conocimiento, necesariamente he-mos de generar más conocimiento que nos permita identificar nuevas áreas susceptibles de ser desarro-lladas y convertidas en empresas rentables. Ahora bien, la creación de conocimiento no ocurre sin estí-mulos. Requiere recursos e inversión. Las cifras sin embargo no son prometedoras. España dedica un porcentaje alrededor del 1% a I+D y aún ahí hay ca-mufladas muchas partidas que nada tienen que ver con la auténtica I+D. En cualquier caso, el porcentaje es irrisorio comparado con los países avanzados. Es-tamos condenados a perder la carrera si no aumenta-mos el nivel de inversión para estimular la actividad de investigación. Existe el peligro de creer que dicha dinamización se alcanzará sólo con las inversiones empresariales. Eso es un error pues esta solución no puede engen-drar por sí sola el dinamismo necesario. Las empre-sas se van a aquellos países que saben maridar la in-vestigación pública (universitaria y Organismos Públicos de Investigación) de alto nivel con la investi-gación privada. Y ese lugar, hoy por hoy, son los Esta-dos Unidos de América. Así estamos viendo cómo importantes laboratorios farmacéuticos están concen-trando sus centros de investigación y desarrollo en América y cierran sus laboratorios en Europa. El tema es de la mayor trascendencia. Por eso la co-munidad centífica española ha lanzado la iniciativa de un Pacto de Estado por la Ciencia que nos permita eludir el riesgo de hipotecar nuestro crecimiento y progreso social en los próximos años. Su concreción requerirá una movilización sin precedentes. En dicho pacto deberían participar los Gobiernos central y au-tonómicos, partidos políticos, sindicatos y patronales, universidades y organismos de investigación, funda-ciones, bancos y cajas de ahorro, con la complicidad de toda la sociedad. Por otra parte, el Pacto exige una convicción generalizada sobre el valor social del de-sarrollo científico. Es por tanto necesario un gran es-fuerzo por parte de los científicos para que la socie-dad en general sea consciente del valor de la ciencia y del impacto que tiene en el bienestar de todos y ca-da uno. Dicho Pacto, cuyo texto completo puede encontrarse en las páginas siguientes, debe permitir que España progrese hacia esa economía basada en el conoci-miento que determinará el nivel de vida de los países en el siglo XXI.