I Como un sinfín de cosas originarias de Asia, Corea es una nación ancestral, milenaria por su existencia y sus tradiciones, pero nueva, joven por la sangre renovada y advertida en sus impulsos y deseos de participar con el conjunto de naciones. Que la historia no va en línea recta lo demuestra fehacientemente el desarrollo de Corea. Cómo una nación se elevó en tan sólo tres o cuatro décadas de un país eminentemente rural a una nación industrial y desarro-llada, es admirable. Todos los indicadores de la economía coreana dan testimonio de la volun-tad y la decisión del país por alcanzar el nivel de nación desarrollada. Tales han sido sus éxitos y logros en el plano económico, que a menudo parece olvidarse que la vitalidad de la cultura y la sociedad coreanas son los pilares en que se sustenta aquélla. Estas observaciones se refieren a la Corea de la presente generación, la de las Olimpiadas de 1988 a la fecha, digamos. Con esas Olimpiadas, Corea como que hubiese adquirido la mayoría de edad a nivel mundial, reafirmó la seguridad que en sí misma había poseído en siglos anteriores y que extravió durante la primera mitad del siglo pasado. II Todos conocemos la ubicación geográfica de la península, enmarcada en medio de pueblos y territorios más grandes y poderosos. La geografía de un 1. Escritor y diplomático. Fue embajador de México en Corea. Es colaborador de La Jornada Semanal.
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Arellano, L. (2016). Sociedad y cultura en la República de Corea. México y La Cuenca Del Pacífico, 5(15), 13–21. https://doi.org/10.32870/mycp.v5i15.511
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