A los niños japoneses no se les educa de la manera que un oc-cidental, por lógica, podría suponer. Los padres norteameri-canos educan a sus hijos para una vida mucho menos cir-cunspecta y estoica que la del Japón; sin embargo, empiezan en seguida a mostrarle al niño que sus pequeños deseos no son lo más importante de este mundo. Lo acostumbramos desde que nace a un horario para las comidas y otro para el sueño, y por mucho alboroto que arme antes de la hora del bi-berón o antes de la hora de ir a la cama, ha de esperar. Más adelante, su madre le dará un golpecito en la mano para que se quite el dedo de la boca o lo aparte de otras partes del cuer-po. La madre no siempre está con él; y cuando ella se marcha, el niño tiene que quedarse en casa. Le destetan o le privan del biberón para que empiecen a gustarle otros alimentos. Algu-nos le convienen y tiene que comerlos. Se le castiga cuando no se porta bien. Es natural, pues, que un norteamericano imagine la disciplina de los niños japoneses como algo aún más duro que la suya, ya que el japonés, cuando llega a mayor, tendrá que subordinar sus propios deseos y comportarse como atento y meticuloso cumplidor de un código muy exi-gente. 244 12. LA EDUCACION DEL NIÑO 245 Esta suposición, sin embargo, no es válida. El arco de la vida en el Japón sigue un curso opuesto al de Estados Unidos. Es como una gran curva en forma de U muy abierta, donde se permite un máximo de libertad e indulgencia a los niños y a los ancianos. Las restricciones aumentan poco a poco des-pués de la infancia hasta que las libertades llegan al mínimo justamente en el período anterior y posterior al matrimonio. Esta línea baja continúa durante muchos años de la edad óp-tima de una persona, y el arco va ascendiendo de nuevo hasta llegar a los sesenta años, cuando hombres y mujeres se sien-ten casi tan liberados de la vergüenza como un niño. En Esta-dos Unidos la curva está invertida. El niño se somete a una es-tricta disciplina, pero ésta disminuye gradualmente a medida que se hace más fuerte, y llega a convertirse en dueño de su propia vida cuando encuentra un trabajo con el que poder sostenerse y funda su propia familia. La flor de la vida es para nosotros el punto más elevado del arco en cuanto a libertad e iniciativa. Las limitaciones aparecen cuando a uno empiezan a fallarle las fuerzas y vuelve a depender de otros. Es difícil para un norteamericano hacerse una idea de la vida configu-rada según el patrón japonés. Nos parece un desafío a la rea-lidad. De hecho, sin embargo, tanto los planteamientos norte-americanos como los japoneses del arco de la vida han asegu-rado en ambos países la enérgica participación del individuo en su cultura durante sus mejores años. Para asegurar este re-sultado nos parece lo mejor aumentar su libertad de elección durante dicho período. Los japoneses, sin embargo, creen que se le deben imponer las máximas restricciones. El hecho de que un hombre esté en esa época en el auge de su fuerza fí-sica y de su rendimiento no le hace ser dueño de su propia vida. En su opinión, las limitaciones son una buena prepara-ción mental (shuyo) para lograr resultados que están fuera del alcance de la libertad. Pero el aumento en el Japón de las limi-taciones sobre un hombre y una mujer en sus períodos de
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Polaino-Lorente, A. (2023). La educación del niño. Revista Española de Pedagogía, 48(187). https://doi.org/10.22550/2174-0909.1951
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