La evaluación de la inteligencia y de los aspectos cognitivos resulta uno de los cam-pos de la psicología a la vez más fructíferos y controvertidos. Fructífero por la investi-gación generada y su utilidad aplicada en muy diversos contextos, como el educativo, el clínico, el forense o el de los recursos humanos. Controvertido por las extrapo-laciones realizadas injustificadamente a otras esferas políticas y sociales, por el mal uso realizado en ciertos contextos y por la inadecuada comprensión y aplicación de sus limitaciones y potencialidades. Esta doble naturaleza ha hecho que probablemente sea una de las áreas donde simultáneamente haya habido más avances en la investigación y, a la par, persista en ciertos sectores un alto nivel de confusión y prejuicio sobre su uso, oscilando entre una percepción cuasi mágica y omnipo-tente sobre su utilidad y una visión denos-tadora de cualquier aplicación, servicio o beneficio del buen uso de estas pruebas. Al margen de esta controversia, la lite-ratura científica acumulada en los últimos cien años ha demostrado sistemática-mente que las pruebas de evaluación de los aspectos intelectuales resultan excelentes herramientas cuando se usan adecuada-mente, se comprenden sus limitaciones y el rango de inferencias que permiten realizar y se restringe su uso a aquellos aspectos para los que la investigación ha mostrado su utilidad. Empleadas correctamente, las pruebas de evaluación de la inteligencia o de las aptitudes cognitivas resultan un aspecto clave para poder ajustar la respuesta edu-cativa a cada alumno y han mostrado una alta capacidad predictiva del rendimiento escolar (véase la síntesis presentada en ArribAs, sAntAmAríA, sánchez-sánchez y Fernández-Pinto, 2013). Además, disponer de una estimación del nivel de aptitud o inteligencia de una persona es muy útil en diferentes contextos y puede jugar un papel muy importante durante la adopción de determinadas decisiones que afectan a las personas evaluadas como, por ejemplo, la asignación de alumnos a programas de enriquecimiento curricular o de programas de apoyo, para la orientación vocacional y profesional de los alumnos y, sobre todo, para intervenir tempranamente o desa-rrollar las medidas educativas oportunas para garantizar un adecuado rendimiento y desarrollo intelectual. A continuación, se proporcionan algunas claves que favorecerán el uso correcto de los test de inteligencia o aptitudes y que pretenden contribuir a que los profesiona-les hagan una evaluación de la inteligen-cia cada vez más " inteligente " .
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Sánchez-Sánchez, F., & Santamaría, P. (2015). La evaluación inteligente de la inteligencia. Padres y Maestros. Publicación de La Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, 0(364), 55. https://doi.org/10.14422/pym.i364.y2015.009
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