La integración de los edificios en su entorno RAFAEL ECHAIDE ITARTE, DR. ARQUITECTO 1 E ste es un tema que surge con cierta frecuencia con motivo de la construcción de un nuevo edifi-cio, que viene a alterar la fisonomía de un conjun-to urbano. Es inevitable que una nueva construc-ción altere de alguna manera la fisonomía de su entorno. Pero en cambio se puede prever y discutir si ese cambio va a mejorar o empeorar el espacio urbano en el que se integra. El tema es importante, porque los rasgos forma-les que introduce un nuevo edificio en su entorno están destinados a durar varias décadas. Los errores que se cometen en la construcción de edificios sue-len permanecer durante mucho tiempo, porque las correcciones son costosas. Por lo tanto, es necesario analizar detenidamente esta cuestión: ¿qué es lo que hace que un edificio esté en armonía con su entorno arquitectónico? Es seguro que los constructores de otras épocas sabían cómo se puede lograr esta armonía, puesto que de otra manera no hubieran creado los conjun-tos urbanos que hoy admiramos tanto. La mayor parte de estos conjuntos no son obras realizadas de acuerdo con un plan unitario. Se fue-ron creando y modificando por medio de actuacio-nes sucesivas, a veces a lo largo de varios siglos. Los arquitectos que construían estos edificios tenían que actuar, lo mismo que sucede hoy, en unos ám-bitos urbanos heredados del pasado. En diversas ocasiones, las nuevas generaciones querían tener unos edificios más amplios, más cómodos o más lu-josos que los que habían utilizado sus padres y sus abuelos y buscaban nuevas imágenes y símbolos para su época. Construían sus nuevos edificios en medio de los antiguos, convencidos de que con ello estaban aumentando la riqueza de su ciudad. Y no les faltaba razón: sus nuevos edificios constituyen una contribución al tesoro artístico que hemos reci-bido del pasado. Uno de estos conjuntos, único en el mundo, es el Canal Grande de Venecia. Allí podemos ver los grandes palacios del Renacimiento y del Barroco, como el Palacio Comer de la Ca Grande (1537), de Sansovino y los palacios Pesaro (1663) y Rezónico (1667) de Longhena, al lado de los viejos palacios de estilo gótico (figura 1). Estos tres palacios son unos gigantes en comparación con sus vecinos y además están construidos en una escala mayor y su decoración posee un relieve mucho más vigoro-so. En aquellas épocas, los arquitectos sabían inte-grar los nuevos edificios en su entorno urbano, sin disminuir por ello ninguno de los rasgos que debí-an poseer estos edificios por su uso, por su función social o por los ideales de la época a la que pertene-cían. En cambio, hoy en día el tema de la integra-ción de los edificios en su entorno se contempla muchas veces con una gran preocupación, que es consecuencia de una actitud pesimista, que tiene su origen en la convicción de que se está dañando y destruyendo la belleza y la armonía de nuestras ciudades y aldeas. Se proponen medidas para opo-nerse a este proceso de destrucción, pero estas me-didas suelen ser meramente defensivas y poco efi-caces. Esta actitud defensiva solamente pretende re-trasar durante el mayor tiempo posible la destruc-ción de la herencia artística que hemos recibido del pasado y no se plantea la posibilidad de que esta riqueza se pueda acrecentar hoy, lo mismo que en otras épocas. 2 La integración armónica de un edificio en su en-torno viene determinada por las relaciones que se establezcan entre la nueva construcción y los edifi-cios y demás elementos que componen su entorno. Algunas de estas relaciones son debidas a las cuali-dades físicas del nuevo edificio y de los elementos del entorno: por ejemplo, las alineaciones de las fa-chadas, los desniveles de las calles y de las plazas, las distancias entre los edificios, su orientación res-pecto al sol, la proyección de sombras, las diferen-cias de altura, masa, material, color y detalles de diseño de los edificios, etc. Además de estas relaciones, que son debidas a las cualidades físicas del nuevo edificio y de su en-torno, hay otras que nacen del uso de los edificios y del significado que tienen para la comunidad. Estas relaciones no se pueden medir, como sucede con los hechos físicos y muchas veces su manejo resulta di-fícil e incluso problemático. Pero a pesar de la difi-cultad de su manejo, hay que contar con estas rela-ciones. Sería un error prescindir de ellas, con el fin de simplificar el estudio de la integración de los edi-ficios en su entorno. Un problema planteado con datos incompletos puede llevar a una solución in-completa, pero puede llevar también a una solu-ción totalmente errónea. Hay ejemplos abundantes que demuestran que los factores físicos no bastan
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Echaide-Itarte, R. (1970). La integración de los edificios en su entorno. Re. Revista de Edificación, 9, 53–62. https://doi.org/10.15581/020.9.35043
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