210 que pretende soluciones rápidas, y que no reconoce sus grandes dificultades para interpretar crítica-mente la información a la que accede. El prototipo es el de una persona exitosa, emprendedora, empo-derada y que como enfermo se le reconoce como un "e-Patient". Entre sus hábitos más recientes está la búsqueda de soluciones como el "plush care" o "doctors on demand" que es un sistema de consulta por telefonía celular, a un médico desconocido tipo "call-center", quien puede solicitar exámenes en-viando muestras biológicas, con acceso directo a sus resultados y quien finalmente prescribe conductas e indicaciones para tratar su dolencia 5. Los llamados pacientes siglo 21 son también personas que usan cada vez más dispositivos electrónicos llamados "wearables" que miden su ritmo y frecuencia cardíaca, consumo calórico, saturación de oxígeno o presión arterial, datos que se pueden transmitir directamente a su computadora, a su ficha o registro clínico, o a bases de datos para proyectos aun indeterminados. Hay también cajas organizadoras de medicamentos que envían señales para informar al centro de salud si el enfermo ingirió o no cada fármaco indicado. Otra innovación es el desarrollo de múltiples aplicaciones para "Smartphone" llamadas "Health APP", que ayudan a controlar ejercicios, nutrición y estilos de vida y que permiten el control de tratamientos enviando datos a registros clínicos o a bases de datos para investigación. La relevancia, utilidad y el respeto a la confidencialidad de la información recogida en estos sistemas son temas en discusión, razón por la cual muy pocas de estas aplicaciones han recibido aprobación de la FDA: U.S. Food and Drug Administration 6. Sin embargo, ya están disponibles en el mercado. El paciente siglo 21 se enfrenta también a nuevos escenarios y posibilidades de diagnósticos y trata-mientos relacionados con la medicina predictiva o personalizada, a estudios y posibles intervenciones genéticas con interpretaciones y consecuencias de largo plazo no bien conocidas, a diversas interven-ciones o medicación para el mejoramiento de las personas o de sus hijos que están por nacer, a nuevas y variadas alternativas de reproducción humana, y finalmente a la posibilidad de gestionar no solo su vida sino también su muerte accediendo a diversas formas de muerte médicamente asistida. Muchas de estas posibilidades están aun en investigación o no han pasado la prueba del tiempo para asegurar sus beneficios y la ausencia de riesgos. Sin embargo, son alternativas atractivas, que la medicina actual ya ofrece y que las personas solicitan, valorándolas de manera positiva y esperanzadora sin haberlas analizado con el necesario juicio crítico. Cabe señalar que mientras aumenta el número de pacientes más informados y conectados a esta creciente gama de avances tecnológicos, la expectativa de vida de la población aumenta mundialmente aunque no así la expectativa de vida saludable, con el consecuente aumento exponencial del número de personas mayores con enfermedades crónicas y limitaciones de muy difícil control. Actualmente estas personas en general no son las que acceden a los avances tecnológicos descritos, lo cual constituye un serio problema de justicia social. La perspectiva expuesta no debería ser percibida como negativa o amenazante, sino más bien como un positivo cambio histórico. Los progresos de la medicina constituyen un gran beneficio para las per-sonas en su salud, con más y mejores oportunidades de tratamiento de enfermedades y de condiciones incapacitantes, de prevención de enfermedades, de mejores estilos de vida y de mayor expectativa de vida. Los enfermos actuales y futuros, con mayor y mejor información deberían por lo tanto llegar a ser personas más responsables de su autocuidado, con mejores estilos de vida, con mayor prevención de enfermedades o de sus complicaciones, y con mejor observancia de las indicaciones y de los tra-tamientos demostradamente eficaces. En síntesis el paciente del siglo 21, aunque tenga una relación clínica diferente, con una confianza más limitada en la medicina y en los médicos, es o será un mejor paciente, más informado y más responsable de su salud 7. Sin embargo, cada paciente, cuando está enfermo, mantiene las mismas necesidades existenciales y de cuidado que tuvieron los pacientes de todas las épocas, y los profesionales de la salud tenemos el mismo deber moral de relacionarnos bien con cada uno de ellos y de ayudarlos en nuestros respectivos ámbitos de acción. De lo expuesto se puede concluir o proponer que la relación clínica actual, y la del futuro prede-cible, ha de ser una relación entre el médico, o entre grupos de profesionales médicos y no médicos, con pacientes no tradicionales y con sus grupos familiares. Tienen y tendrán las características que hemos descrito y con ellos se necesitará tomar decisiones compartidas que sean prudentes y razona-bles frente a alternativas muy diversas y cambiantes, muchas de ellas no claramente demostradas. Lo
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Beca-Infante, J. P. (2018). La relación médico-paciente en el siglo 21. Revista Chilena de Enfermedades Respiratorias, 34(4), 209–211. https://doi.org/10.4067/s0717-73482018000400209
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