Vuelves la vista sobre cualquier punto de tu ciudad y algún cartel-anuncio apela o reco-ge o garantiza calidad de vida, independientemente de cuál sea el objeto o la circunstan-cia en cuestión. Escuchas o lees cualquier medio de comunicación social y descubres que es extraordinario que no se aluda a la necesidad o a la pérdida de calidad de vida, al aten-tado o a la salvaguarda de la calidad de vida, a las mejoras o pérdidas relacionadas con ésta, como si no se tratara del más valioso capital en una sociedad como la nuestra, y estoy pro-fundamente convencido de que es así, al menos en el medio que habitamos, pero… ¿Qué es esto de la calidad de vida que no se encuentra envasado en las estanterías de los hipermercados, que no cotiza en bolsa y que dicen algunos -seguramente los más humil-des-que no se puede comprar así en un solo y ornamentado paquete? ¿Qué es esto que cuando preguntas a un experto te dice que tiene una configuración in-dividual y que está construida de piezas a veces ininteligibles para el otro o que no se pa-recen casi en nada con las que tu propio vecino edifica su calidad de vida? Y, especialmente, me pregunto: ¿tiene que ver la calidad de vida con la edad, el estatus social, el nivel económico, la cultura, la salud o la enfermedad? Como entenderán, mi parada obligatoria en esta tribuna recala en este mágico concep-to y su constructo en el mundo de las personas mayores y también de aquéllos saqueados por heridas de curso crónico, los dos escenarios que retratan las páginas de Gerokomos. No es fácil ponerse en el pellejo de las personas mayores, aunque se conviva a diario con ellas, cuando lo que uno trata de indagar es algo que lleva un sello tan personal, y lo primero que propone esta dificultad es huir de las generalizaciones sobre lo que es ca-lidad de vida en la vejez. Me atrevería, osadamente -porque en algunos casos, incluso, puede estar supeditada-a hablar de la relación inherente que existe entre calidad de vida y vida independiente. Creo, y no quisiera errar en mi observación, que con los matices aludidos, la calidad de vida de una gran mayoría de personas mayores que viven junto con nosotros está tallada, cubiertas por ende las necesidades más básicas en relación con la vivienda, la alimentación, el vestido…, por elementos menos floridos y exóticos que tienen que ver con el lujo, el relumbrón social…, omnipresentes en muchas otras eda-des de manera que, en ese contador particular, aparecen elementos relacionados con los afectos (sus relaciones familiares, especialmente; el confort de " los suyos " lo asimilan ge-nerosamente con su propio concepto de " vivir bien "), las fallas de salud que hacen que pierdan su potestad de autonomía, el don por excelencia de seguir viviendo junto con su pareja de siempre y, quizás, una impresión que tiene que ver con sentirse respetado por unos y querido por otros.
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Soldevilla Agreda, J. J. (2008). Calidad de vida es... Gerokomos, 19(2). https://doi.org/10.4321/s1134-928x2008000200001