Luego de una introducción sobre las academias de pintura en México, previas a la de San Carlos, se plantea el problema de la liberalidad, ingenuidad y nobleza de la pintura, a la vez que se analiza una carta al virrey, suscrita por los principales pintores y grabadores de la capital del virreinato, encabezados por José de Ibarra y Baltasar Troncoso y Sotomayor, en la que hacen un análisis del valor de la obra pictórica y de la calidad étnica de sus ejecutantes, con la finalidad de conseguir de las autoridades su protección en el comercio del arte, la exención de tributos y la consideración de su quehacer en un rango equiparable al de las artes liberales y científicas, donde el trabajo intelectual rebasa al mecánico. Se remiten a la práctica de las ciencias y las artes en Grecia y Roma al mencionar cómo la pintura fue un quehacer de nobles, y en su tiempo diversión de reyes, caballeros y eclesiásticos. Resalta además la preocupación de pintores y grabadores por la calidad del dibujo en beneficio de la producción de obras. Se concluye con la idea que dejaron latente los artífices de concebir su oficio como un proceso creativo de reflexión intelectual.
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Ramírez Montes, M. (2012). En defensa de la pintura. Ciudad de México, 1753. Anales Del Instituto de Investigaciones Estéticas, 23(78), 103. https://doi.org/10.22201/iie.18703062e.2001.78.2011
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