En la década de los cincuenta se generalizó la opinión-según Harold OSBORNE-de que toda obra de estética filosófica tenía que ser necesariamente inútil y aburrida, porque poco tenía que decir la filosofía sobre temas como la naturaleza de la experiencia estética o las bases del juicio estético *. Es evidente la diferencia que existe entre la actividad estética y el pensamiento sobre esa misma actitud. Como señala Nicolai HART-MANN, el filósofo inicia su tarea cancelando la actitud de la entrega y del éxtasis, característica tanto del creador como del contempla-dor de lo bello; y, a la inversa, la actitud de la entrega y del éxta-sis cancela la filosófica o, cuando menos, la perjudica. La estética es un tipo de conocimiento-continúa diciendo HARTMANN-que lle-va la legítima tendencia a convertirse en ciencia y el objeto de este conocimiento es la actitud de entrega y de éxtasis 2. Sin embargo, la consideración filosófica de la estética resulta pro-blemática cuando nos hacemos esta pregunta: ¿es posible someter a las categorías delimitadas de lo racional lo que se define a sí mismo como el límite de lo racional? ¿No es más aconsejable el silencio, como recomienda WITTGENSTEIN, ante aquello de lo que no es po-1. Cfr. OSBORNE, H., Estética
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Labrada, M. A. (2018). Estética y Filosofía del Arte: hacia una delimitación conceptual. Anuario Filosófico, 16(2), 67–80. https://doi.org/10.15581/009.16.30189
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