En los años 30, en Estados Unidos, como respuesta al crack bursátil de 1929, y en Europa tras la segunda guerra mundial, se puso en marcha un sistema económico denominado “Economía Social de Mercado”, que acabó enraizándose más en Europa que en Estados Unidos. Curiosamente el diseño de este sistema tiene su origen en el pensamiento social cristiano, en encíclicas papales (Doctrina Social de la Iglesia) y en autores católicos como Oswald von Nell–Breuning S.I., Gustav Gundlach S.I. y el dominico Arthur Fridolin Utz, y también en el pensamiento de algunos cristianos protestantes. Del cristianismo se tomó el principio de subsidiariedad y el principio de solidaridad: el primero permite que el Estado asuma aquellas competencias económicas que no pueden asumir los individuos, las familias, las empresas, pero ninguna más; el segundo obliga al Estado a proteger a los ciudadanos. Se supera así tanto el capitalismo salvaje como el Estado socialista agobiante. Se da libertad y se defiende la solidaridad. La Economía Social de Mercado, de la mano del Estado del Bienestar, ha aportado a la humanidad uno de los períodos más dulces de su historia económica, pero difícilmente sobrevivirá en el contexto de la globalización sin una estructura política democrática global.
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Sols Lucia, J., Florensa Giménez, A., & Camprodón Rosanas, M. (2009). Medio siglo de Economía Social de Mercado. Revista de Fomento Social, 79–102. https://doi.org/10.32418/rfs.2009.253.2011