El aburrimiento como equivalente depresivo

Abstract

La dependencia marca al ser humano desde el nacimiento, producto de su insufi-ciencia biológica. Es el otro del "auxilio ajeno", como lo denominara Freud, quien provee y regula un estado de relativa satisfacción y de "equilibrio metaestable" (G. Simondon). Esta dependencia es la marca más profunda y constitutiva del sujeto humano, y su superación es el producto de un trabajo psíquico que dura toda la vida. Por lo tanto, la insatisfacción es un estado originario e insoslayable, producto de la imprecisión en el encuentro con el otro. La consecuente desilusión es, por un lado, motor del progreso psíquico, y, por el otro, deja una impronta de cierta decepción. Si esta frustración se cristaliza en una posición subjetiva, es uno mismo, como agente de su devenir, quien queda debili-tado. El aburrimiento sería el vector que expresa esta configuración de desilusión, es-pera, vacío e impotencia. En síntesis, insatisfacción. En un trabajo anterior nos referimos a este estado como "anemia psíquica". Cierta pobreza representacional en las manifestaciones espontáneas y sintomáti-cas de los niños convocó nuestro interés en aras de indagar sus determinaciones. La "anemia psíquica" consiste en un discurrir psíquico empobrecido, despliegue simbó-lico acotado, despojado de fantasía, aferrado a la literalidad, a lo concreto, aun en la dimensión de la virtualidad. El aburrimiento atañe a un debilitamiento de la energía vital, tanto en su potencia como en su direccionalidad. Pensamos que uno de los destinos de la dependencia constitutiva del humano es ser desplazada hacia otros canales de suministro y aporte. Es así como la tecnología puede transformarse en un sustituto parental en tanto responde sin condicionamien-tos a las demandas de sus usuarios. El aburrimiento encuentra hoy un recubrimiento