Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las vacunas y el agua potable son las dos estrategias sanitarias más importantes para la prevención de enfermedades. Argentina cuenta con un calendario nacional de vacunación (CNV) que contempla vacunas gratuitas y obligatorias. Pasó de ser casi exclusivo para las infancias a tener vacunas para todas las etapas de la vida. Cuando decimos que las vacunas incluidas en el CNV son gratuitas y obligatorias, hacemos referencia a un derecho, pero también a una obligación, porque las vacunas no solo protegen a las personas que las reciben, sino también a quienes las rodean. Las vacunas son solidarias. El hecho de que sean gratuitas introduce el concepto de equidad, todas las personas que tengan indicación pueden recibirlas. Las enfermedades que se previenen a través de las vacunas son graves y pueden generar complicaciones severas, dejar secuelas e incluso ser fatales. Pero las vacunas son también víctimas de su propio éxito. Gracias a ellas hay enfermedades que están controladas y son muy infrecuentes; esto lleva a una baja percepción del riesgo de enfermedad en la población y en el equipo de salud, generando una disminución en las coberturas de vacunación, lo que podría resultar en la reemergencia de patologías previamente controladas. Es importante aclarar que no es lo mismo eliminar una enfermedad que erradicarla. Eliminar una enfermedad implica que se interrumpe la circulación del agente infeccioso que la produce. Esto se logra si hay buenas coberturas de vacunación, es decir si todas las personas que deben recibir la vacuna están vacunadas (o por lo menos un gran porcentaje). Si las coberturas de vacunación disminuyen, las enfermedades vuelven. Es decir que debemos seguir vacunándonos para sostener el estado de eliminación. En el caso de la erradicación de enfermedades, el agente infeccioso ya no circula en ningún lugar del planeta y no hace falta continuar con la vacunación. El ejemplo clásico de enfermedad erradicada es la viruela humana. En el último tiempo se reportaron miles de casos de la viruela del simio, producida por un virus de la misma familia que el que causaba la viruela humana, pero se trata de una enfermedad distinta. Cuando hablamos de vacunas siempre resulta tentador referirse a los mitos que hay alrededor de este tema, pero no es una buena estrategia desde el punto de vista de la comunicación. Cuando queremos desmentir un mito, sin darnos cuenta podemos instalarlo, y eso podría tener graves repercusiones. Resulta más efectivo brindar un mensaje positivo sin necesidad de hacer referencia al mito, al menos no en forma directa. En Argentina y en la región de las Américas, la inmensa mayoría de las personasadhierealosprogramasdevacunaciónytiene sus esquemas completos o, al menos, iniciados. Hay un grupo muy minoritario de personas (los llamados “antivacunas”) pero muy “ruidoso” en foros y redes sociales. Este grupo tiene resistencia a la evidencia científica, es decir que no importa cuántos trabajos o publicaciones les mostremos, nada los va a hacer cambiar de opinión. Pero dijimos que la mayoría de la población adhiere a la vacunación y, en el otro extremo, está el grupo de personas que, no importa lo que les digamos, no se van a vacunar. En el medio de estos dos grupos hay personas que tienen dudas genuinas respecto a las vacunas y, en este sentido, es fundamental que, como profesionales de la salud, podamos escucharlas con empatía y sin juzgar para responder cada una de esas dudas y dar una respuesta basada en la evidencia. En este grupo de personas que dudan respecto a todas o algunas de las vacunas es el que hay que poner toda la energía, para responder sus preguntas e inquietudes que muchas veces radican en la falta de información o en la información falsa que circula por medios de comunicación, redes sociales y grupos de WhatsApp. Hablar de provacunas y antivacunas es una falsa dicotomía porque la evidencia científica es una, no es subjetiva, no es cuestión de gustos ni de opinión. A nadie se le ocurriría armar un debate en televisión discutiendo acerca de la utilidad del agua potable con un graph en el que se lea “Agua potable sí, agua potable no: el debate”. Sin embargo, esto sucedió más de una vez en nuestro país. Entre 2009 y 2019 se observó una caída de 10 puntos en las coberturas de vacunación en nuestro país y en la región de las Américas. Luego, la pandemia y las restricciones que esta demandó provocaron, entre otras consecuencias, un abrupto descenso de las coberturas: para la mayoría de las vacunas las coberturas no alcanzaron el 80%. Esto implica un problema para la salud pública por el riesgo de reintroducción de enfermedades previamente controladas. La falta de recomendación por parte del personal de salud es uno de los factores que pueden afectar las adecuadas coberturas de vacunación en la población y la cantidad de dosis aplicadas. Por eso es fundamental el trabajo mancomunado de todo el equipo de salud para iniciar o completar los esquemas de vacunación. Es importante recordar que los esquemas iniciados deben completarse, no deben ser reiniciados. Lo más importante que podemos hacer como profesionales de salud es siempre escuchar, explicar y no señalar, no juzgar. Si una familia que hasta ahora no vacunó a sus hijos acude al consultorio o al vacunatorio porque decidieron comenzar, debemos recibirlos con los brazos abiertos y decirles que nunca es tarde. Las vacunas salvan vidas. Fuentes: 1. Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología (SAVE). 2. Sociedad Argentina de Infectología (SADI). 3. OPS. 4. Ministerio de Salud de la Nación Argentina.
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Cahn, F. (2023). Las vacunas salvan vidas. Actualizaciones En Sida e Infectología. https://doi.org/10.52226/revista.v31i112.214
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