El día del fin del mundo será limpio y ordenado como el cuaderno del mejor alumno. El borracho del pueblo dormirá en una zanja, el tren expreso pasará sin detenerse en la estación, y la banda del Regimiento ensayará infinitamente la marcha que toca hace veinte años en la plaza. Sólo que algunos años dejarán sus volantines enredados en los alambres telefónicos, para volver a llorando a sus casas sin saber qué decir a sus madres y yo grabaré mis iniciales en la corteza de un tilo pensando que eso no sirve para nada. Los evangélicos saldrán a sus esquinas a cantar sus himnos de costumbre. La anciana loca paseará con su quitasol. Y yo diré: «El mundo no puede terminar porque las palomas y los gorriones siguen peleando por la avena en el patio».
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IBRAHIM SÁNCHEZ, M. (2002). El fin del mundo. Hikma, 1(1), 103. https://doi.org/10.21071/hikma.v1i1.6784
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